miércoles, 12 de noviembre de 2008

Leyendas...

Aquí os dejo dos de las leyendas escritas por vuestras compañeras. Sinceramente, creo que merece la pena leerlas y sumergirse en el mundo de ficción y misterio que nos presentan, fielmente inspirado en los modelos de Bécquer leídos y comentados en clase. Espero que sirvan para motivaros y demostraros que se pueden hacer trabajos realmente fabulosos con un poco de ganas, talento e imaginación. Enhorabuena a sus autoras.

La musa del bosque
La leyenda que procedo a contaros fue llegada a mí a causa de mi inquieta curiosidad por las lápidas de los desconocidos, y así voy a narrarla, haciendo rectificar a todos aquellos que creían que pasear por cementerios apartados de la mano de Dios no podía traer nada bueno; y qué más bueno que una buena historia.
Así pues, iba yo curioseando las lápidas de un humilde y antiguo cementerio de un pequeño pueblo a las afueras de Ourense, quién sabe qué día de quién sabe qué mes, cuando una me llamó especialmente la atención. Estaba al fondo, y era la más vieja de todas seguramente, ya que apenas se podían leer las inscripciones en ella escritas. Lo único que pude descifrar fue que pertenecía a alguien que había vivido varios siglos atrás. Era una tumba preciosa que destacaba entre las demás a pesar de estar cubierta de polvo. Pero lo que resaltaba realmente era aquella escultura de una bella mujer que miraba al pobre que descansara bajo esa sepultura, cual culpable arrepentida de su muerte. No pude aguantar la curiosidad y fui a preguntar la historia de aquel hombre a la única taberna de aquel frío y oscuro pueblo. Allí fue cuando la mesera me contó esta historia que pasó de generación en generación hasta que yo, un ambulante castellano, me atreví a plasmar sobre estos folios.
I
Rodrigo Lorenzo del Pinedo, hijo de los Duques del Pinedo, era un joven artista fracasado. En su familia nunca aceptaron que su única obsesión fuera pintar la más bella obra de arte. No se dedicaba a nada más. Era considerado por todo el pueblo un inútil y la oveja negra de su familia. Nada se le daba bien; era pésimo en la caza por no hablar de su torpeza en la lucha. Pero a él no le importaba, solo le preocupaba una cosa, triunfar como pintor. Desgraciadamente, esto tampoco jugaba mucho es su favor, ya que el pobre Rodrigo no era demasiado talentoso en este arte.
Un día que paseaba por la plaza oyó al primo de un afamado músico de la zona contarle a un comerciante la locura que al primo de éste le había causado ir en busca de la bella musa del arte, que habitaba en el denso bosque gallego, escondida tras la pared de agua de la cascada que nadie se atrevía a visitar, a unas cuantas leguas de allí. Decían que solo con contemplarla durante un instante, cualquier artista se llenaría de inspiración y sería capaz de crear la mayor obra de arte nunca vista.Entusiasmado, Rodrigo no pudo evitar preguntar dónde podría encontrarla. Los dos hombres le advirtieron de que aquel sitio era peligroso y de que si conseguía encontrar a aquella mujer se podría volver loco para siempre. Por supuesto, aquello a Rodrigo no le importó lo más mínimo. Era su oportunidad para demostrarle a toda su familia su talento y convertirse en un aclamado y valorado artista.

II
En menos de un día ya se estaba preparando para adentrarse en aquel denso bosque del que contaban mil fantásticas leyendas; desde que los árboles cobraban vida al anochecer hasta que las tierras te tragaban y te guardaban allí para siempre. Probablemente eran esas las razones por las que nadie se atrevía a pasear por allí, y mucho menos solo. Cuando Rodrigo contó a su familia lo que iba a hacer se rieron de él y le tomaron por bromista, ya que no le creían valiente como para adentrarse solo en el bosque. Indignado, empezó el duro camino hacia su Musa de la inspiración. En otras circunstancias habría estado muerto de miedo, pero estaba tan obcecado con encontrar a la musa que le llevaría a la perfecta obra de arte, que no se paró ni un momento a mirar las oscuras y siniestras sombras que le rodeaban, ni el aullante susurro del viento de aquel húmedo bosque. Tras un largo camino en el que Rodrigo, durante horas, ni sintió ni padeció, ya que la obsesión casi le había hipnotizado, por fin, por fin la vio. Pudo reconocer perfectamente la cascada de la que los caballeros de la plaza le habían hablado. Atraído por una fuerza sobrenatural se metió en el agua sin ni si quiera despojarse de sus prendas o demás pertenencias. Sin detenerse ni un instante, se dejó cubrir por aquel manto de agua feroz, hambrienta, salvaje.

III
Nadie sabe qué fue lo que allí vio Rodrigo, pues nunca fue capaz de contarlo sin que el éxtasis le invadiera y le impidiera vocalizar. Ni siquiera se sabe si de verdad vio a la famosa musa del bosque o si la obsesión le había hecho alucinar. Sólo se sabe que desde aquel día se encerró en su taller y no hizo más que pintar. Dejó de hablar con la gente. Solo se concentraba en pintar su gran cuadro, su gran obra de maestra, la perfección que la musa le había inspirado. Por desgracia nunca más sabremos si de verdad pintó la belleza nunca vista. Rodrigo Lorenzo del Pinedo murió pasados dos años a causa de unas terribles y extrañas fiebres… o víctima de la locura, quién sabe. Su padre quemó el gran cuadro que estaba tapado por un manto rojo sin verlo si quiera, culpándolo de la muerte de su pobre hijo.

Cuando la mesera terminó de contarme el relato me señaló el bosque que se veía a lo lejos en la montaña. Dicen que la curiosidad mató al gato. No se si os lo dije al principio, pero soy un hombre muy curioso.
Tábata Cerezo
Una voz...
Conversando con una posadera, me decidió contar la desgraciada historia de una preciosa mujer cuyo terrible destino la torturó para siempre.
Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo vivió en Sevilla una preciosa mujer capaz de enloquecer a cada hombre con tan solo una mirada. Esto se debía a que la doncella era un prodigio de belleza. Tenía los cabellos negros y lacios, y los ojos, OH, ¡qué deslumbrantes esmeraldas poseía esa mujer!. Su nombre era Beatriz.
La doncella vivía en el bosque, cerca de una laguna donde cada atardecer iba a bañarse en cueros.
Por muy hermosa y fulminante que fuera, era una muchacha muy solitaria debido a su carácter. Era bastante fría y manipuladora por lo que nunca se había dejado querer por ningún hombre. Todos querían desposarla, pero ella no sentía amor por ninguno de ellos así que para poder conquistar su corazón, o por lo menos eso hacía creer, mandaba crear la mayor obra de arte que se hubiera podido imaginar en la que ella fuera la protagonista. Por tanto, los escritores redactaban hermosos poemas o cuentos maravillosos, los carpinteros y escultores tallaban su proporcionado cuerpo a la máxima perfección, los músicos y trovadores componían serenatas o increíbles cánticos solo en su honor o maravillosos pintores realzaban su tremenda belleza y creaban majestuosas obras de arte. Todos ellos se esforzaban en el más mínimo detalle para satisfacerla, pero antes de que cayera el atardecer, los pretendientes le enseñaban sus obras completas a la preciosa Beatriz pero a ella no le parecía suficiente. Les hacía repetir sus obras maestras o las destruía y les obligaba a comenzar de nuevo, y luego ella se iba a tomar su diario baño a la laguna. Los artistas se pasaban día y noche tratando de modificar sus creaciones pero, por mucho esfuerzo que pusieran, no conseguían contentar a la hermosa dama. Así que finalmente cada uno reaccionaba de diferentes maneras, algunos se suicidaban, otros enloquecían.

Un día, Beatriz estaba preparándose para su baño habitual mientras escuchaba a un joven trovador que le recitaba una canción, aunque sus intentos eran en vano.
Después de recibir a todos los pretendientes se dispuso a dirigirse a la laguna para refrescarse antes de que cayera la noche. Mientras regresaba a casa cantaba alguna de las composiciones que le eran escritas. Pero de repente, comenzó a escuchar algo. A sus oídos llegaba la preciosa voz de un varón capaz de hacer vibrar a los árboles y retumbar la tierra. Ese sonido la había hipnotizado y capturado, su único objetivo ahora era encontrar la extraordinaria voz que revolucionaba todo el monte.
Beatriz buscaba por todo el bosque pero no encontraba a nadie. Estaba tan ensimismada en hallar esa voz que poco a poco iba perdiendo la cordura. Ahora solo se le interponían obstáculos para llegar hasta el preciado tesoro. Los árboles la agarraban, el viento la paralizaba y las rocas eran cada vez más afiladas. La doncella no tenía escapatoria, y la voz, cada vez retumbaba más y más, extendiéndose por todas las recónditas partes del salvaje bosque.
La mujer, dando vueltas y sin encontrar una sola pista, comenzó a correr a través de una llanura hasta que, finalmente, se tropezó y cayó en el más oscuro precipicio que sólo la condujo a una iluminada y tranquila laguna donde unos metros más allá se encontraba la pequeña casa de la preciosa doncella. Algunos dicen que la voz era producto de su imaginación y otros comentaban que, esa noche oyeron una voz retumbando en lo más profundo del bosque. Ahora cada noche es posible ver a Beatriz deambulando por toda la laguna en busca de la voz perdida.Tras oír esa terrible historia, me dispuse a escribir sobre la hermosa Beatriz y su trágico final, la cual nunca llegó a pisar el cielo ni llegó a encontrar a su aclamado Dante.
María Prieto

1 comentario:

Clara dijo...

¡¡Hola!!
Acabo de leer las leyendas de Tábata y María, y creo que como dices tú, Fernando, son bastantes interesantes.
No podría decantarme por una de las dos, ya que son muy distintas y tienen un buen tema, se acercan a las de Bécquer, aunque personalmente tengo que decir que
estas me han gustado más que alguna de las que leímos de Bécquer.

Y sobre lo que nos mandaste en Literaruta Universal, ¿que son los rasgos ilustrados? y ¿hay que relacionarlo con el texto que también había que resumir?

Clara